domingo, 27 de julio de 2008

La última prisión del Lonko Inakayal


LA PLATA / Desde su apertura al público, el 19 de noviembre de 1888, el Museo La Plata de Argentina es considerado entre los mas importantes del mundo, tanto por sus numerosas colecciones antropológicas, como por la envergadura de su construcción vanguardista, inspirada en el neoclásico europeo del siglo XIX, que “da al visitante una impresión imponente provocando sensación de solidez monumental”, como reza la publicidad al visitar su sitio web.


Sin embargo, esta institución científico-académica esconde al interior de sus catacumbas una historia poco conocida y que por estos días revive un fuerte debate iniciado la década pasada entre estudiantes, académicos, autoridades y organizaciones indígenas. Nos referimos al destino que tendrán los miles de restos humanos, pertenecientes a miembros de pueblos originarios, entre ellos el pueblo mapuche, y que se encuentran en dicha institución desde hace al menos un siglo.


La discusión sobre la restitución, no exhibición de momias y restos humanos se reinició nuevamente este año en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), a raíz de la aparición en los depósitos del museo de la cabellera y el cerebro conservado en formol pertenecientes al lonko Mapuche-Tehuelche, Inakayal, cuyos restos fueran restituidos incompletamente a organizaciones mapuches de Chubut el año 1994 por medio de la Ley Nacional Nº 23.940.


Dicha legislación fue promulgada por la Cámara de Diputados de la Nación el año 1991, en respuesta a los persistentes reclamos de la comunidad de Teka, lugar de origen del reconocido lonko, apoyados en su demanda por un pequeño sector de los estudiantes y académicos de dicha casa de estudios superiores. La demanda por la restitución de los restos del lonko había sido presentada en el mes de noviembre de 1988, al cumplirse 100 años de su muerte, por el Centro Mapuche Tehuelche de Chubut.


Por estos días, la historia se repite y tanto los mapuches organizados en La Plata como los propios estudiantes y un sector minoritario de docentes y científicos, ponen en entredicho la concepción con que la institución fue creada a fines del siglo XIX por la famosa generación de los 80’ de la historia Argentina y que gustaba exhibir sin pudor los restos de los antiguos líderes mapuches, como si fueran simples objetos o cosas.


El caso reflota además una historia poco contada, la de los Mapuche-Tehuelche que fueron traídos a las instalaciones del museo como trofeos de guerra tras concluir la “Campaña del Desierto”, ello con supuestos “fines científicos”, como verdaderos “objetos de estudio”, llegando al extremo de ser exhibidos con vida y cuyos cuerpos, después de muertos, serían sometidos a prácticas de conservación a objeto de pasar a ser parte de sus hoy polémicas “atracciones turísticas”. El caso del lonko Inakayal es paradigmático. Según la historia, este reconocido líder mapuche fue tomado prisionero junto a su comunidad por los soldados del general Julio Argentino Roca en el marco de la “Campaña del Desierto”, quienes los trasladaron posteriormente a la cárcel de la Isla García donde permaneció varios años.


Luego de iniciada la construcción del Museo La Plata, el tristemente célebre Francisco Moreno trasladó un número no identificado de mapuches a esta institución, donde fueron esclavizados hasta el final de sus días. Entre ellos al lonko Inakayal, junto a su familia y otros célebres prisioneros mapuches.


“Yo cacique en mi tierra, huincas robar mi tierra, matar mi gente y robar mis caballos”, dicen que repetía Inakayal por los pasillos del museo, condenado a limpiar y cuidar hasta los restos de sus propios antepasados. Ello hasta el día de su propia muerte. Además de Inakayal, se cuentan las muertes de su esposa -que aún no ha podido ser identificada- y la hija del Lonko Foyel, nombrada como Margarita, entre las cincos personas que perecieron al interior de dicha institución científica. Al momento de sus muertes, todas estas personas corrieron la misma suerte; sus cuerpos fueron disecados y conservados, especialmente sus cerebros, cueros cabelludos y la mascara de la cara.


En un informe realizado por los estudiantes Fernando Pepe y Nicolás Tegiacchi, ambos integrantes del equipo investigador que busca dar con las identidades de los restos y que en estos días buscan reconstruir y dar nombre a la mujer de Inakayal, se consigna que solo se han identificado 25 restos hasta la fecha, de un total de 10 mil que se encuentran al interior de los depósitos, trabajo basado en el catálogo de la sección antropológica de Museo La Plata del año 1911 de los autores Lehmann, Nitsche y Robert.



Un debate abierto



Envuelto en un dilema que le platea el siglo XXI, la comunidad científica platense se debate entre ¿qué hacer con los restos humanos en exposición?, ¿cómo enfrentar las decisiones que se tomaron en nombre de la ciencia en otros tiempos y que hoy parecen éticamente incorrectas o aberrantes? y ¿cómo “generar conciencia y no doctrina”, a través de los objetos y cuerpos que se exponen? El pasado viernes 31 de agosto, en una resolución histórica para los estudiantes, la Facultad de Ciencia Naturales y Museo a través de una sesión académica resolvió quitar de exhibición todos los restos humanos e impulsar una política de restitución de los cuerpos que sean demandados por su comunidad de origen.


Sin embargo, esta resolución aun no ha sido aprobada por el Consejo Superior de la UNLP, instancia que deberá hacerlo en los próximos meses. En relación a esta medida, Ariel Herrera, representante estudiantil del Consejo Académico como Consejero Departamental de la Carrera de Antropología, es cauteloso. Sostiene Herrera que “el trabajo que nos queda es presionar para que esta resolución se cumpla. Recordemos que el mismo argumento que daban los investigadores en 1994 para oponerse a la restitución de los restos de Inakayal sigue vigente aun, que es la preocupación de estos investigadores por el vaciamiento que se estaría produciendo en el museo”. En este sentido, “estos supuestos científicos muestran esa preocupación contrariamente al respeto de los derechos de los pueblos originarios”, señala.


No es el único que piensa de esa manera. “Consideramos necesario realizar una historia crítica de la génesis del desarrollo político-científica del museo,(…) Solo así podremos interpretar y avanzar hacia una construcción y reflexión sobre los hechos históricos ocurrido en la conformación de este museo, tales como las expediciones de cacerías realizadas en nombre de la ciencia a indígenas esclavizados en esta prisión científica”, sostiene a través de un documento el Claustro Estudiantil en su posicionamiento político con relación al debate que se lleva adelante en Ciencias Naturales.


En tanto Héctor Pucciarelli, jefe de la División Antropología Biológica del museo, aunque cree que la exhibición no constituye una falta de respeto, sostiene que “deben restituirse los restos en aquellos casos donde se compruebe realmente que quienes reclaman son descendientes”. Por otra parte, Eugenio Aragón, geólogo Profesor titular de la carrera de Geología, recalca que “las exposiciones son con un fin científico y académico”. Además, a su juicio, estos restos serían “los últimos testimonios de razas extinguidas”. Así lo señaló el docente durante su intervención en la última sesión académica.


Por su parte la directora del Museo Etnográfico de Buenos Aires, Miryam Noemí Tarrago, invitada a la jornada “Las Colecciones Antropológicas en el Siglo XXI”, realizada en el Museo La Plata, señaló que “hay muchos factores que indican que hoy no es conveniente la exposición de restos humanos”. La investigadora agregó además a la controversia un protagonista nuevo. "El público que asiste a los museos, la gente del lugar que tiene un sentido de pertenencia y se niega a que ese patrimonio le sea quitado”, sostuvo, sin aclarar finalmente su posición respecto al tema.


La tibia participación a este debate de los propios pueblos originarios, principalmente al mapuche, preocupa tanto a los estudiantes como a los pocos científicos con sentido ético relacionado a lo tan sagrado para cualquier cultura como son los restos de sus antepasados y líderes históricos. En un comunicado de la comunidad Mapuche-Tehuelche Callvu-Shotel, agrupada en esta ciudad y difundida en Indymedia, se sostiene que “una vez mas somos testigos de la falta de respeto hacia la memoria y la esencia de nuestros antepasados, de parte de un organismo en nombre de la cultura y la ciencia”. Ante esta situación, “exigimos que el museo de La Plata restituya a las comunidades o regiones a las cuales pertenezcan los restos y el 50% de todo el usufructo obtenido desde el comienzo de las exhibiciones con restos perteneciente al pueblo Mapuche-Tehuelche”.


El legado del Perito Moreno


El Museo de La Plata tiene como antecedente inmediato el Museo Arqueológico y Antropológico fundado el 17 de octubre de 1877 en la ciudad de Buenos Aires, entonces capital de la provincia del mismo nombre. Este museo integraba colecciones donadas por Francisco Pascasio Moreno, designado Director Vitalicio del mismo. A partir de la federalización de la ciudad de Buenos Aires en 1880 y la fundación de la ciudad de La Plata como nueva capital de la provincia en 1882, el gobierno provincial dispuso el traslado de las colecciones de Moreno a esta ciudad en junio de 1884 y la construcción de un edificio que la albergara, cuya obra concluyó en el año 1889, si bien su apertura al público se realizó unos meses antes, el 19 de noviembre de 1888, en el sexto aniversario de la fundación de la ciudad.


En el año 1906, meses después de la nacionalización de la Universidad Nacional de La Plata, el museo pasa a formar parte de la misma, incorporándose actividades de docencia e investigación.Francisco Moreno nació en Buenos Aires el 31 de mayo de 1852, su pasión por la naturaleza y en particular por la Patagonia, constituyeron motivaciones fundamentales que marcaron su accionar. En 1883, a los 21 años, inició su primer viaje de exploración a la provincia del Río Negro en compañía del ejército del general Julio Argentino Roca un años ante de iniciar su anhelado sueño, “construir un museo para la grandeza de la naciente patria Argentina” como sostienen los textos de historia argentino.


Luego de la sanguinaria campaña del ejército en territorio mapuche, en 1896 fue nombrado oficialmente Perito Argentino para realizar labor de distribución de los territorios ocupados. Eran tiempos en que la República argentina y Chile se disputaban las tierras invadidas y personajes como Moreno se encargaban de “corregir” o “enmendar” controversias en los nuevos mapas.Al ingresar al Museo un enorme monumento a la grandeza de Moreno es lo primero que se puede ver, homenaje que se le realizara el año 2002 al cumplirse los 150 años del natalicio del Perito, además del libro que lleva como titulo "Perito Francisco Pascasio Moreno. Un héroe civil", escrito por Héctor Fasano.


Tal vez como en un intento de esconder la oscura historia del pasado de Moreno, los homenajes buscan mostrar una figura de “héroe” nacional ante las nuevas generaciones, pero se resume en este museo -como en muchos otros actos- la poca humanidad de la "gloriosa generación" de cultores de la República Argentina.


Un chiste de mal gusto resulta ver un imponente monumento al Perito, sabiendo que al interior de dicha institución más de 10 mil restos humanos se pudren en nombre de la ciencia. Más amarga se torna la historia al saber que los huesos de este prócer argentino descansan en la isla Centinela en el lago Nahuel Huapi, a 30 kilómetros de la ciudad de Bariloche, el mismo lugar que en vida Moreno les negó a cientos de mapuches, sus habitantes originarios.

1 comentario:

LUZ dijo...

Me gustaría que aquellos que se oponen a retirar los restos humanos de las vitrinas, para no producir un "vaciamiento" del museo, donaran sus cuerpos para ser exhibidos como exponentes de una raza sub-humana, que no considera el sufrimiento de esas personas, haya quienes reclamen los restos o no. Es indignante el accionar del repugnante Perito Moreno. Ojalá su alma haya recibido el castigo que no tuvo en vida. Me indigna lo que me han enseñado en la escuela sobre ese mal nacido, que pagó con traición la mano que le fue tendida.